Había
una vez un pueblo que tenía solo casitas bajas blancas como la nieve.
No
había una sola torre de pisos.
Todas
las personas trabajaban en el campo y no había fábricas.
Los niños después de clase se ponían a jugar
en la plaza del pueblo, cuando el sol se ponía y se hacía de noche las madres
llamaban gritando los nombres de cada niño para que se retiraran a sus casas
para poder cenar y después acostarse a descansar.
La vida del pueblo transcurría sin más, la gente tampoco necesitaban más ya que eran
felices.
Hasta que un día la gran señora de las nieves
y su amigo el señor viento, llegaron con su máxima furia arrasándolo todo
lo que a su paso se encontraba, por lo que las cosechas de los campos se
perdieron, quedando todo el pueblo sin recursos ni comida hasta la próxima
cosecha.
Pero sus habitantes no perdieron nunca la ilusión
y la sonrisa, todos colaboraban el panadero iba cada día por las casas
vendiendo el pan., y nada valía como una
sola sonrisa de las personas para que se sintiera pagado.
También, como cada navidad, María la castañera, se ponía en la calle esperanza y con una
maravillosa y dulce voz vendía o regalaba sus castañas a la gente que paseaba por allí.
Después de un invierno tan duro y frío.
Por
fin llego la primavera y por las ventanas se colaron los primeros rayos de
sol.
Y
los habitantes corrieron a plantar las nuevas cosechas.
Todos
llenos de esperanza e ilusión unidos ayudándose
unos a otros, y así consiguieron salir del problema con más fuerza y alegría.
Muy bueno Elena,sigue así
ResponderEliminarPrecioso cuento Elena, eres toda una escritora, sigue así! Muchos besos y ánimos princesa.
ResponderEliminarMUCHAS GRACIAS POR VUESTROS COMENTARIOS
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